febrero 27, 2007

Ángeles, un detective y ella. (continuación)

Capítulo V: El Secuestro de la hija del Teniente Hurber


Ese día, Annie llamó a Rod temprano para ponerse de acuerdo para ir al esperado concierto de The Mukies. Rod notó algo extraño en el tono de voz de Annie, pero pensó “…estoy trabajando demasiado…”. Habían quedado de reunirse a las 5 de la tarde para tomar algo antes de partir al Palacio de las Estrellas, donde ambos tenían asientos preferenciales en lo más alto del anfiteatro.

Rod encendió la radio para escuchar alguna noticia como lo hacía todas las mañanas. La prensa sólo hablaba del concierto y de todas las medidas de seguridad que se habían tomado para la ocasión. “… esta es KM9 estéreo con las últimas noticias sobre el esperado recital de The Mukies esta tarde. La policía aseguró que se han tomado todas las medidas de seguridad necesarias para que el evento se desarrolle en completa normalidad, se espera que cerca de 10 mil personas colmen el Palacio de las Estrellas desde muy temprano esperando el retorno de la afamada banda que no toca en público desde hace más de 10 años…” se escuchaba en la radio mientras Rod recordaba en imágenes que iban y venían en su cabeza ciertos momentos de todo lo ocurrido durante la revolución, y durante su juventud.

Un chillido proveniente de la cocina lo hizo salir de su estado de reflexión. Era el calentador de agua que anunciaba que estaba listo para que Rod pudiera tomar un café cargado, como lo hacía siempre, el que necesitaba para reponerse de una noche un poco exaltada. No podía olvidar ese sueño que había vuelto a tener. En él, Rod encontraba a una niña perdida en una pradera de interminables plantaciones de trigo, y ella le decía “ayúdame Rod, ayúdame”. Rod la miraba sin saber quien era, pero su rostro le parecía más que familiar, luego miraba a su alrededor y no podía ver más que trigales por doquier. Trataba de calmarla pero el mismo sentía desesperación de no saber dónde estaba ni como salir de ahí. Hacia arriba un enorme cielo azul. A los lados, campos y campos de trigo, cerros y cerros de campos de trigo. Luego, se daba cuenta que la niña que pedía su ayuda no era una niña, si no que un niño, pero ahora su riostro era mucho más familiar. Mientras sentía más desesperación porque no podía ni siquiera dar un paso de lo paralizado que estaba ante tal escenario, lograba darse cuenta que aquél niño ahora era el mismo. Entonces comenzaba a llorar, y a tener miedo, tal como cuando en su niñez se perdió en el campo de su abuelo, con quien vivió su última etapa antes de comenzar su juventud y después de la muerte de sus padres en un accidente automovilístico. De pronto, veía como las nubes aparecían, y formaban extrañas formas que se asemejaban a escenas como si estuviera viendo una película. Primero veía una carretera, muchos autos, y luego dos nubes se estrellaban. Podía reconocer a los policías recogiendo pistas en un accidente, y nuevamente todo le parecía familiar. Claro, uno de ellos era él, como si el destino le mostrara de niño que se dedicaría a la investigación. Ahora, los autos chocados ya no estaban, en cambio, en el suelo de la escena estaba nuevamente la niña que al principio del sueño le pedía ayuda. Era más grande ahora, de cabellos largos y ondulados, la tenía es sus brazos y ella nuevamente le decía “ayúdame Rod, ayúdame”. Rod ahora estaba en un gran campo de nubes, nubes por todos lados, estaba otra vez desesperado, no sabía que hacer. De pronto, de entre una de las nubes aparecía un extraño personaje y le decía, “no te preocupes Rod, todo saldrá bien, ya verás que sí”. Rod no podía reconocer quien era, pero sabía que lo conocía, y cada vez que intentaba volver a mirarlo con detención para reconocerlo, despertaba abruptamente en su cama, empapado de transpiración y en un estado muy alto de exaltación.

Rod se dio un baño de agua muy fría y salió hacia su oficina como todos los días, sin embargo, seguía pensando en el sueño, en el recital, en la revolución y todo daba vueltas en su cabeza sin una lógica que pudiera ordenar sus ideas.

Estando ya en su oficina, sonó el teléfono:

- ¿Rod?
- Sí, ¿Annie?
- Sí, hola te llamaba porque me encontré con unas amigas de la universidad que vinieron a ver el concierto, así que mejor juntémonos en la entrada del Palacio de las Estrellas a las 8, ¿te parece?
- Ok, pero si quieres quedarte con ellas no hay problemas.
- Jah, no, mejor haremos algo mejor, nos quedaremos ambos con ellas, te hace falta conocer a alguien ya – dijo Annie con voz irónica.
- Ehh, no te preocupes, estoy bien así, nos vemos – dijo Rod intentando terminar la conversación ahí.
- Nos vemos a las 8 entonces, ya verás que te agradarán – dijo Annie y se despidió.

Antes de colgar Rod escuchó algunas risas del otro lado de la línea, miró el techo y suspiró diciendo, “no tengo que hacer esto si no quiero…”

Sonó nuevamente el teléfono. Rod pensó rápidamente una excusa para no reunirse con Annie y luego contestó.

- ¿Annie?
- No, ¿Hablo con Rod Hunter? – una voz afligida aparentemente de un hombre de edad preguntaba por él.
- Sí, perdón, habla con Rod Hunter
- Necesito su ayuda, me dieron su número, soy de Marchín, mi hija se ha perdido, por favor ayúdeme – la voz sonaba desesperada.
- Bien, cálmese un poco por favor y cuénteme que ha sucedido – Rod intentó calmar al hombre mientras pensaba porque lo llamaban a él desde Marchín.
- Es mi hija, hace dos días viajó a Hanni con unas amigas y no he vuelto a saber nada de ella.
- ¿Y llamó usted a la policía?
- Sí, sí, pero ellos dicen que eso es algo normal y que de haberle ocurrido algo ya lo sabría. Me han dicho que llame a la policía de Hanni pero ha sido imposible que me tomen en serio, creo que están muy ocupados con el concierto al cual iba mi hija.
- ¿Y por qué cree usted que a su hija le ha pasado algo?
- Porque ella no dejaría pasar un día sin llamar y avisar que está bien. No nos ha llamado desde que partió hace dos días.
- ¿Pero no cree usted que pueda estar simplemente distraída con lo del recital? No sabe el revuelo que se vive por acá, especialmente hoy – A Rod le parecía extraña la situación, él no tenía fama de buscador de niños perdidos y tampoco era algo que le pareciera complejo, aparentemente se trataba sólo de una adolescente viviendo la vida.
- No, no, usted no entiende – la voz sonó con un tono de desesperanza.
- Por favor, dígame usted que no entiendo – Dijo Rod un poco impaciente.
- Ella debía visitar a su abuela que vive en Hanni el mismo día que salió desde acá y tampoco a aparecido por allá. Por favor señor Hunter, déjeme visitarlo ahora, estoy en Hanni, he viajado a buscar a mi hija y tengo algunas fotos de ella para que me ayude a encontrarla.
- OK, entiendo, lo espero hasta las 6 de la tarde, luego me tengo que ir.
- Muchas gracias, iré de inmediato.

Rod por un instante asoció el acontecimiento con su sueño, pero nuevamente se dijo a sí mismo: “estoy trabajando demasiado.”

Llegada las 6 de la tarde, un hombre mayor, de rasgos duros y de buen vestir entró en la oficina de Rod. Por apariencia, Rod supuso que se trataba de un hombre de buen vivir, probablemente ligado al mundo de los negocios. Su corte de pelo muy pegado a la cabeza, con algunos destellos de vejez en los cabellos, y un bigote perfectamente alineado con su boca, reflejaba algo de madurez y frialdad. Más abajo, un traje oscuro y sobrio hacía juego con sus zapatos perfectamente brillosos. Todo en su apariencia reflejaba cierto aire de hombre exitoso, sin embargo, Rod prefirió esperar a escucharlo hablar.

- Buenas tardes señor Hunter
- Buenas tardes señor…
- Álbez, Elin Álbez – dijo el hombre
- Bien señor Álbez, ¿por qué cree usted que su hija está en problemas? ¿me puede contar más de ella? – Rod parecía algo apurado.
- Mi hija es una mujer ejemplar, jamás haría algo sin contarnos, ella es muy apegada a nosotros. Un poco inocente a lo mejor, pero sincera y honesta. Ella nos contó que saldría con unas amigas que no veía hace tiempo rumbo a Hanni para ir a un concierto. Llamó a su abuela que vive acá y le pidió quedarse en su casa. Sin embargo no ha llegado allá y mi esposa y yo estamos desesperados, es nuestra única hija y no podemos permitir que le suceda algo, por favor ayúdeme a encontrarla, le pagaré lo que quiera, sólo encuéntrela por favor… – el hombre parecía a ratos exaltado, pero luego se calmaba y volvía a mostrar aires de frialdad.

Rod lo miraba de reojo mientras se fijaba en su reloj, los minutos pasaban y tampoco quería perder el recital. Sabía que Annie estaba probablemente bien acompañada así que se tranquilizó y puso más atención al hombre que seguía hablando de su hija.

- Y sus amigas, ¿las conoce? ¿sabe quiénes son? – Rod interrumpió de improviso.
- Ehmm… no, sólo se que son amigas de la escuela. Creo que su madre puede saber más.
- Necesito ese antecedente y otros más si quiere que comience con la búsqueda, pero debo advertirle algunas cosas – dijo Rod con voz sentenciante.
- Adelante.
- Bien, primero, debe volver a insistir con la policía. Son ellos quienes deben buscarla, es su labor. Yo sólo puedo ayudarlo en forma paralela a encontrar nuevos antecedentes y ordenar los hechos, pero no puedo asumir la responsabilidad de encontrarla. Segundo, mi especialidad no son las búsquedas de personas desaparecidas, generalmente atiendo casos de parejas con problemas, usted me entiende. Sobre la conducta de maridos infieles y mujeres insatisfechas puedo hablar por horas, sobre la conducta de una adolescente, creo que recién comienzo a aprender de la vida. – Rod pensaba en ese momento en Annie.
- Por último, aunque suene repetitivo, no piense en mí como un salvador, porque puede que no encuentre a su hija antes que la policía, y a cambio, le haga saber cosas de su hija que usted hubiera preferido no conocer.
- Entiendo – dijo el hombre, con tono de haber previsto la situación.
- Ahora, dígame usted señor Álbez, y por favor entienda que esto lo pregunto como parte de mi trabajo, ¿realmente cree que a su hija le ha pasado algo, o además quiere conocer cosas que cree que ella le oculta y esta ha sido la mejor situación para hacerlo sin remordimientos? – Rod sonó bastante frío en su discurso.
- Mire, ya le dije señor Hunter, mi hija es todo para mí y es una buena persona, no creo que me oculte cosas mayormente trascendentes, pero entiendo que todos tenemos cosas que ocultar a veces. Por favor, dígame cuánto cuesta su servicio y le pagaré por adelantado para que comience ahora mismo, se lo pido por favor. – El hombre nuevamente aparentaba cambios en su personalidad desde la tranquilidad a la desesperación.

Rod comenzaba a sentir un poco de presión, por un lado había programado todo para ir al concierto, por otro, sentía que no podía esperar al otro día si se trataba en verdad de alguien en problemas, cada minuto contaba en esos casos. Sin embargo, su análisis se quebraba por pequeños detalles que hacían que la historia no presentara una coherencia perfecta.
(continuará...)