noviembre 20, 2005

Hay que dejar de llorar, para comenzar a sudar.

Enojo, rabia, dolor, ¿Cuántas veces nos hemos sentido agobiados por el fracaso? ¿Cuántas veces hemos tenido ganas de parar y no seguir adelante solo porque creemos que no lo lograremos?, ¿Miedo?, a veces, ¿Frustración?, probablemente siempre.

Para algunos, el instinto de mejorar lleva a ser más cuidadosos al enfrentarse de nuevo a una situación similar a la de un fracaso del pasado. Para otros, el deseo de revancha hace buscar una nueva oportunidad. ¿Una, dos, tres veces? Las que sean con tal de lograr salir exitoso la próxima vez. Identifico más a los deportistas con esta última situación, sin embargo, ellos han mantenido una preparación constante muy larga para enfrentar los fracasos y ponerse rápidamente de pie. ¿Por qué no imitarlos?, ¿Por qué no mantener un entrenamiento constante para ser cada día mejores y cada día más fuertes y predispuestos al fracaso, como parte íntegra del proceso de cumplir nuestras metas?

Siempre he dicho a mis amigos que la diferencia entre los grandes hombres y nosotros es que ellos simplemente hicieron las cosas. No se detuvieron a pensar, y a pensar en si resultaría o no. No se detuvieron ante el más mínimo obstáculo. No se detuvieron porque fracasaron la primera vez. No dudaron ante las críticas, por el contrario, las tomaron y mejoraron aun más. No se rindieron, por el contrario, contra todo fueron persistentes, constantes y creyeron ciegamente en lo que querían lograr.

Mientras veía una película en la televisión por cable hoy en la tarde, de pronto apareció una frase que me sorprendió por su simpleza: “Hay que dejar de llorar, para comenzar a sudar”. Esta frase la decía un entrenador de un equipo de hockey a sus jugadores mientras perdían un partido. A mi entender, refleja claramente lo que les quiero expresar, que luego del fracaso, hay que secarse las lágrimas y comenzar a trabajar mucho más duro para tener nuevamente la oportunidad de lograr lo que queremos.

Creo que mucha de la mediocridad que observo a mi alrededor tiene que ver con una falencia de preparación al triunfo en la mayoría de las personas. Triunfo que es fruto del trabajo duro, producto de muchos fracasos bien concebidos. Si más gente fuera preparada constantemente para intentar, al menos intentar, trabajar por sus metas como si fueran un atleta en la más dura o importante competencia, tendríamos, a mi juicio, un país más emprendedor y menos mediocre. Si más personas estuvieran preparadas para el fracaso constante y para comprender que es parte del aprendizaje, probablemente tendríamos mayores oportunidades y más personas predispuestas para trabajar en equipo en los objetivos de país.

Puede que todo lo anterior solo sea mi particular punto de vista, pero al menos a mí, mantener una preparación constante, me ha traído grandes satisfacciones en la vida, con disciplina, con esfuerzo, con trabajo duro y con algo muy importante: mentalizado completamente en lograr lo que deseo.

Si por algún motivo se detuvieron a leer estas líneas, se los agradezco, pero más les agradeceré pensar en ellas y reflexionar. Y si ya son deportistas, piensen en cuánto les ha ayudado eso en sus vidas. Pues bien, ¿Por qué no entonces compartirlo con los demás?, ¿Por qué no entonces dejar de llorar, para poder comenzar a sudar… de nuevo?
(Revisión: Francia Albornoz)

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