enero 07, 2006

Pedrito y el martillo.

Pedrito era un joven muy inteligente y capaz, siempre podía resolver sus problemas y los de las demás personas con su ingenio. Además, era muy hábil con su martillo, herramienta que heredó de su padre, el mejor maestro carpintero del pueblo. Pedrito aprendió miles de formas de usar su martillo y podía construir las mesas y sillas más bonitas con él. Cuando necesitaba clavar o sacar un clavo, usaba su martillo, cuando necesitaba medir algo, lo medía en martillos.

Así había vivido años, él también se había convertido en uno de los mejores maestros carpinteros del pueblo. Pero Pedrito soñaba con llegar más lejos, tanto como su espíritu soñador le permitiera llegar. Él soñaba con fabricar todo tipo de muebles, no sólo para la gente del pueblo, si no que también algún día para los reyes y príncipes. Pedrito se esmeraba día y noche en perfeccionar su técnica y en buscar nuevas formas para sus mesas y sillas. Sin embargo, tenía la sensación de que le faltaba algo, algo que no sabía que podía ser.

Un día, visitando el mercado del pueblo se encontró con una sorpresa. Un nuevo maestro carpintero había llegado al pueblo, y estaba exponiendo sus creaciones. La gente se había aglomerado en torno a sus muebles porque realmente eran distintos. Pedrito se acercó a mirar que sucedía. Lo primero que observó, era que algunos muebles usaban unos clavos extraños, que tenían una cruz en su cabeza. Y peor aún, algo inexplicable para su entendimiento, había muebles que no tenían clavos. ¿Cómo podía ser eso? ¿Podía existir algo que pudiera unir dos piezas de maderas y resistir el peso de una persona por muchos años? Pedrito estaba atónito. Observaba nervioso que esos muebles tenían formas que él jamás había podido lograr, y por supuesto, creía que los reyes elegirían esos muebles para sus palacios.

Sin quedarse tranquilo, Pedrito esperó que se comenzara a ir la gente al final de la tarde y se acercó al nuevo maestro. “Hola, soy Pedrito, maestro carpintero del pueblo, sus muebles son admirables, ¿cómo logra todas esas formas?” El maestro le contestó “Muchas gracias, soy Juan, y estas formas las logro con mis nuevas herramientas” Juan le mostró a Pedrito una caja donde junto al martillo y clavos conocidos por Pedrito había otras extrañas piezas de acero. Juan le explicó para que servía cada uno de ellos y como le ayudaban a mejorar su trabajo y a realizarlo con menor esfuerzo y en menos tiempo.

Pedrito estaba feliz, eso que no sabía que era, que le faltaba, lo había encontrado. Una vez que consiguió sus nuevas herramientas y aprendió sus usos, en su cabeza se crearon miles de formas nuevas incluso mejores a las que había visto hacer a Juan. Pedrito, gracias a su talento, pero por sobre todo a sus nuevas herramientas, se convirtió en el mejor maestro carpintero, y sus muebles, que ya no eran sólo mesas y sillas llegaron al palacio real, siendo objeto de admiración para todos quienes los vieran.


Quise contar este pequeño cuento, para ilustrar la diferencia entre dos conceptos muy usados por todos nosotros, pero que no siempre son usados de la forma correcta, Eficacia y Eficiencia.

Eficacia, según la Real Academia de la lengua Española (RAE), es la “Capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera.

Pedrito era eficaz con su martillo.

Eficiencia, según la RAE es la “Capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un efecto determinado.

Pedrito logró ser eficiente, cuando tuvo la capacidad de disponer de muchas otras herramientas.

Supongo que muchos de ustedes ya sabían esto, o creían saberlo, bueno, aún así día a día escucho a muchos que hablan de eficiencia usando el concepto como si se tratara de eficacia o hablan de eficacia aludiendo al significado de eficiencia.

Nunca está de más volver a leer lo que ya se sabe, o mejor aún, lo que no se recuerda. Es parte del aprendizaje, lo que algunos llaman consolidación de conocimientos.

Saludos a todos.

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