noviembre 02, 2005

Sed de Perro.

Debido a la insistencia en que deje por escrito esta historia, basada en hechos reales, acá les va.

Un día por razones de fuerza mayor, me tuve que quedar solo en casa por algunos días. Mi única compañía era Bobby, un perro ya adulto y acostumbrado a la buena vida. Mi experiencia con mascotas no era de las mejores, a lo más sabía que había que dar de comer a Bobby dos veces al día. Pero ni siquiera algo tan simple fue fácil. Los primeros días Bobby comió muy poco. Pensé que era la comida o que su plato no estaba del todo limpio, por lo que fui y le compré comida cara y un nuevo plato. Para mi sorpresa, Bobby seguía casi sin comer. Alguien me dijo por ahí, que el perro estaba deprimido porque extrañaba a su dueña. Bueno, algo tenía que hacer, así es que intenté hablarle, jugar con él o sacarlo a pasear… y nada. Luego pensé, a lo mejor está acostumbrado a otros horarios de comida o a su comida antigua. Hice mi mejor esfuerzo y me levanté más temprano para darle de comer y volví a comprarle su antigua comida… y nada.

Estaba desesperado, busqué en Internet a ver si encontraba algo, probé una y otra teoría… y nada. El pobre perro a esas alturas ya casi no comía. Traté de darle lo que comía yo en vez de la típica comida para perros… y nada. Hasta llegué al extremo de comer a su lado… pero parece que él se empeñaba en querer decirme algo con no querer comer.

Hablé con su dueña y me recomendó algunas cosas, pero no había caso, Bobby estaba de huelga de hambre. Probablemente debido a la ausencia de su amo. Hablé con un veterinario y me dijo “el perro está triste, ya se le pasará, ningún perro se muere de hambre si tiene comida por delante”. Bien entonces, me quedé más tranquilo, sólo por esa noche. Al día siguiente, nada, seguía sin comer. Yo estaba desesperado, hablé con mis amigos, llamé a mi mamá…. ¡Qué alguien me ayude!

Había pasado ya una semana, hasta que un día cuando volvía del trabajo me encontré con una vecina y le conté lo del perro. Y ella que era una ancianita dulce y probablemente con muchísima más experiencia en mascotas y en la vida en general que yo, me dijo “¿Mijito y le ha dado agua al perrito con las comidas?”

“$%$#”/”#... Pero como me preguntaba algo así!... bueno dicen que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Volví a casa indignado, pero pensando, realmente no le he dado agua en las comidas, que más da, probaré, ya no me quedan muchas opciones.

¡Milagro, milagro!! El perro comía de nuevo. Y no sólo comió un plato, si no que ¡dos y tres y cuatro!! ¡Era increíble!! Sólo necesitaba agua para comer. No estaba triste, ni estaba deprimido, ni estaba molestándome, no necesitaba a su amo cerca para comer, sólo necesitaba agua para comer ese duro y seco alimento para perros.

Cuando se cansó de comer, me miró con algo así como lo que yo llamaría una sonrisa de perro. Su felicidad reflejaba algo más, como si me quisiera decir, por fin entendiste ¡%$”&$&$#. Y yo pensaba por todo lo que pasé para llegar a esa brillante conclusión, que los perros también tienen sed, una sed de perros.

Bueno, para que esta historia no parezca tan fantástica, les adjunto una foto de Bobby. Su apariencia es de felicidad. Sobre todo después de que me acompañó a una fiesta a la que lo invité para que me disculpara por mi profunda ignorancia, por supuesto lo pasamos super bien, y él como yo, aprendimos a que no siempre las cosas son tan complicadas, que a veces la respuesta a nuestros problemas es muy simple y puede estar en cualquier parte o venir de cualquier persona, sólo basta con aprender a observar, escuchar y considerar lo que nos dicen los demás, no importa quien sea.

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