enero 15, 2006

Ángeles, un detective y ella. (continuación)

Capítulo II: La hija del Teniente Hurber.


Annie Hurber era una muchacha que daba mucho que hablar, joven, bella y talentosa, hija del teniente director de la policía, lo que le permitía gozar de ciertas libertades llevando su vida un poco más allá que los demás jóvenes de su edad. Generalmente se veía inmiscuida en uno que otro artículo de la prensa local junto a otras personalidades importantes de la cuidad, siempre protegida eso sí bajo el puesto de su padre.

Annie conoció a Rod en un bar de la cuidad, una noche en la que arrastrada por la tristeza y rabia de un mal amor, llegó a tratar de ahogar sus penas en un vaso de alcohol. Esa noche andaba sola, cosa que no acostumbraba a hacer, siempre estaba rodeada de sus amigos lo que le daba una protección extra en caso de problemas. Annie se sentó en la barra y pidió un whisky en las rocas, su trago favorito, cerca de ella, un hombre con aspecto más bien tosco y misterioso la miró de reojo y siguió bebiendo de su vaso.

Eran las tres de la mañana, y Annie, con dos botellas de whisky en el cuerpo comenzó a coquetear con unos hombres que jugaban una mesa de billar para que le invitaran otro vaso de alcohol. Rod no recuerda como las cosas se salieron de control, pero al ver que esos hombres comenzaban a sobrepasarse con la muchacha, la rescató y la sacó fuera del bar. No fue fácil, Rod estaba solo y ellos eran al menos cinco. Rod no era de peleas callejeras, más bien, sólo luchaba cuando el motivo era realmente importante. Probablemente esta vez, su instinto así se lo insinuó, y después de golpear a dos o tres, los demás lo dejaron tranquilo y pudo sacar a la bella joven del lugar.

¿Cómo te llamas? – dijo Rod a la muchacha con voz agitada pero ronca.

Soy Annie, déjame sola, quiero volver allí. – balbuceó la muchacha que no pronunciaba bien palabra alguna producto del alcohol.

Haremos algo mejor, te llevaré a tu casa para que descanses – Esta vez Rod habló con voz un poco más autoritaria.
La muchacha lo miró un rato, y le preguntó - ¿Quién eres?

Soy Rod, Rod Hunter, investigador privado.
Ah, debes conocer a mi padre entonces, el teniente Hurber – Dijo Annie con tono de gloria.
Rod quedó pensativo un momento. No sabía si este había sido un golpe de suerte o por el contrario esa noche sería el comienzo de muchos problemas. Rod conocía bien al teniente Hurber, era el director de la policía de la cuidad, la misma institución que lo marginó de las investigaciones oficiales y lo llevó a terminar resolviendo casos de menor importancia. Rod, conocía sus capacidades y sabía que era mejor que muchos de los investigadores de la policía de ese entonces, sin embargo, no se le reconocía su talento como el esperaría.

Por un lado, salvar a la hija del teniente podía ser beneficioso para su imagen frente a la policía, por otro lado, si la hija del teniente no contaba fielmente la historia, podía llegar a ser todo un problema de su palabra frente a la palabra de Annie. Rod sabía por los artículos de prensa que Annie no era una niña tan buena, por lo que el segundo escenario le parecía más probable.

Ok, volveremos a entrar pero para que te den un café y luego te llevaré a tu casa – Dijo Rod esta vez con un poco más de dulzura en sus palabras.

Entraron nuevamente en el bar bajo la mirada atónita de los que habían presenciado la pelea de unos minutos atrás. Rod se acercó a la barra y pidió un par de cafés para Annie y para él mismo.

¿Cómo llegaste hasta aquí? – Preguntó Rod.
Sólo necesitaba un poco de distracción – Dijo la muchacha con voz melancólica.
¿Penas de amor? – Rod preguntó concluyendo en base a su gran experiencia de investigación en casos de amor.
Annie lo miró a los ojos, y luego de algunos minutos le dijo – sí.
No te preocupes, hay muchos hombres que seguramente son mejores que él. Además, no hay amor sin sufrimiento. – Esta vez las palabras de Rod salieron con cierto sabor a sentimiento, lo que contrastaba con su imagen casi inconmovible y fria.
¿Tienes novia? – Preguntó Annie.
La tuve. – Rod respondió a secas como queriendo cambiar el tema.
Supongo que fue muy importante para ti. – Annie miró al suelo como buscando una respuesta en sí misma.
Rod se tomó algunos minutos antes de seguir la conversación. Dentro de él había un sentimiento de nostalgia y dolor muy grandes. No había vuelto a encontrar el amor después de la revolución, y para él, ella siempre sería irreemplazable, única, el único amor de su vida.
Lo fue, pero la vida nos dio un camino distinto a los dos – Rod sonaba a viejo sabio y Annie dibujó cierta sonrisa en su rostro.
¿Te dejó? No me digas, te dejó por otro hombre. Lo mismo que me pasa a mí ahora. – Annie miraba a Rod con cara de comprensión.
No!, ella murió en la batalla de Albarreta, luchábamos por la revolución en ese entonces. – Rod dio muestras de
molestia frente al comentario de Annie.
Lo siento – Dijo ella.
¿Eras un revolucionario? – Annie preguntó con cierto interés. Su padre siempre le había hablado de los revolucionarios como malas personas, pero ella, que era muy inteligente, había leído muchos artículos de la revolución y sabía que la gente que luchó por ella lo hizo por ideales que ahora le permitían vivir en paz y tranquilidad.
Digamos que luché por algo que creí que beneficiaría a muchos, pero terminó con mis sueños, mis amigos, y con ella. No sé hoy si es algo que me enorgullezca, creo que más me trae dolor que alegría. – Rod habló con aire de misterio nuevamente.
Yo creo que deberías estar orgulloso, hoy la república goza de estabilidad gracias a la revolución. – Annie se mostraba muy interesada y el efecto del alcohol había desaparecido completamente.
¿De donde sacaste eso? ¿Acaso no has leído la prensa y no has escuchado a la policía? Todos condenan a la revolución y quienes participamos de ella, jamás nadie nos ha reconocido. – Rod se notaba molesto nuevamente.
He leído mucho la historia, y no creo lo que dicen, más bien me baso en los hechos concretos, y pienso que la revolución era muy necesaria, admiro mucho a los que lucharon en ella. – Annie miraba a Rod con cierto aire de admiración, si era cierto, por fin había conocido a un revolucionario, y tendría entonces mucho que hablar con él, sobre todo para esclarecer ciertos episodios de su niñez que no se ajustaban a las explicaciones de su padre.
Es mejor que nos vayamos. – Dijo Rod tomándola de un brazo.
Al llegar a la casa del teniente Hurber, Rod dijo a la muchacha:
Es mejor que no sepa tu padre que te he traído.
Está bien, sólo te quiero pedir algo. – Dijo Annie usando su belleza para alejar toda posibilidad de un no como respuesta.
Dime. – Rod contestó sabiendo que no podría negarse a la petición.
Quiero que me cuentes muchas cosas acerca de la revolución, necesito volver a verte. – Annie se quedó esperando, como una niña frente a ese regalo que tanto quería.
Está bien. – Rod le entregó una tarjeta de presentación con sus datos a Annie y luego le abrió la puerta para que bajara del automóvil. Luego se fue a su casa, una vez en su cama, se quedó toda la noche recordando sus años en
la revolución.

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